domingo, 13 de mayo de 2012

Una carretera de uso común


Hoy quiero compartir con vosotros una reflexión sobre una experiencia vivida en la carretera. Tiene aplicación parabólica en nuestro propio entorno.

Ayer, viernes y víspera de otro largo puente por el día de San Isidro (¿cuándo pondremos coto a este despilfarro en falsos honores a una práctica religiosa minoritaria?) las carreteras de salida de Madrid estaban abarrotadas, sin duda por la crisis. La mayoría de los coches a nuestro alrededor se comportaban con resignada paciencia, advertimos maniobras alocadas de un coche con falsa apariencia de deportivo, un espécimen vulgar del “quiero y no puedo”. Accionaba el claxon con impaciencia e incluso trató en un par de peligrosas maniobras de desplazar al coche que le precedía. Evitamos entrar en pugna con tan peligrosos y suicidas ocupantes y los dejamos que prosiguieran su camino, sin duda basados en la idea de sentirse los dueños absolutos de una carretera que, por fuerza, ocupamos miles.

Mientras observamos cómo acosaba a los ocupantes de otros vehículos que debía aparecer sin duda a sus ojos, como intrusos en un espacio que ya era como de su propiedad exclusiva, recordé el comportamiento de algunas personas de los casos de niños robados, que se presentan a sí mismos como los únicos representantes posibles de los afectados de toda España, y se supone que también de todo el orbe mundial. Su afán de ocupar todo el espacio posible resulta peligroso para los que estamos dedicando años y esfuerzo sin reclamar ninguna contraprestación, y sabiendo que el primer espacio les corresponde a las verdaderas, no dudosas, víctimas de este drama colectivo. Queda un larguísimo e inseguro camino por recorrer y lo que menos ayuda son posturas exclusivistas, sobre todo por el obligado protagonismo institucional adoptado por el Gobierno sin duda previendo responsabilidades internacionales inmediatas.

A un interlocutor hace muy poco que me preguntaba cómo podía soportar la presencia de personajes ineficaces, que enredan asuntos delicados con daños jurídicos en principio irreparables, le respondí que “ni me ayuda ni me estorba”, simplemente le podemos ignorar. Como en la carretera de la metáfora todos los conductores llevamos un destino previsto; coincidiremos durante un trecho de la carretera común, y en esos momentos lo mejor para todos es no estorbarnos mutuamente, lo cual se traduce en una colaboración práctica. Sólo los que lleven un destino coincidente acompasarán, por interés común sus maniobras. Para el resto, sobre todo para los más suicidas y peligrosos, es necesario aplicar la frase muy común en mi tierra: “Cuando a un tonto lo colocas en un carril, el carril se acaba pero el tonto sigue hasta que se mata”. También es muy conveniente recordar otro sabio y viejo adagio: “Quien con niños se acuesta, ……. amanece”, y esto hace referencia tanto a estas estrellas fugaces, en busca de una cámara, como a los medios (llamados de forma impropia “de comunicación”) que sólo buscan noticias impactantes que les reporten audiencia. Toda persona, víctima o no, que haya tenido alguna relación temporal con individuos sin escrúpulos en el uso y abuso, la mar de evidentes, sabrá poner prudentemente tierra por medio.

Persigamos honradamente nuestros objetivos y, de paso, ayudemos a todo aquél que maniobra de buena voluntad. A los oportunistas, intrusos y demás especímenes, apliquémosle el dicho cordobés reproducido.

Francisco González de Tena
Representante institucional de Colectivo Sin Identidad
Madrid, 12 de Mayo 2012

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